Cronología de un rincón especial
En 1702 existían algunas construcciones de piedra seca en La Caleta que eran utilizadas para guardar los barcos por los habitantes de Soo y de Famara.
El hallazgo de restos de cerámica aborigen en esta zona, confirma las noticias que suponían a Famara junto con Zonzamas y Corral Hermoso, como los grandes poblados aborígenes de Lanzarote.
Wödfel dice que «Famara» es un derivado de «Fanagui», topónimo de Lanzarote, sin embargo F. Navarro Artiles asegura que «Fanagui» es una errata de «Famara»; y Carmen Díaz Alayón dice que «Mara» (segmento de Famara) parece ser el mismo que figura en los topónimos prehispánicos palmeros: AUTINMARA y DUTINIMARA.
Posiblemente sobre las ruinas del antiguo poblado de Famara, se construyó la huerta con su cortijo. Según el padre Fray Luis de Quirós, los franciscanos llegados con Juan de Bethencourt se instalaron en un lugar muy pobre, a una legua del poblado llamado Famara, donde construyeron un pequeño oratorio; y en 1416 se construía la ermita de Nª Sra. De las Mercedes. Los franciscanos, según el padre Provincial Buenaventura Davila, permanecieron en Famara durante 33 años; sus medios de vida eran las limosnas, la agricultura y la pesca.
En 1543
Sancho de Herrera ponía en su testamento una cláusula que decía: «Mando que se haga un monasterio de frailes dentro de mi huerta de Famara…». Famara aparece también en los escritos de Torriani como un lugar donde hay algunos pozos de agua salobre.
En 1669
Famara aparece junto a La Poceta como lugares con edificios; en ese mismo año se le ponen puertas nuevas a la ermita de las Mercedes, pero en 1724, el beneficiario de Nª Sra. De Guadalupe de Teguise declara que está ruinosa por los temporales.
En las sinodales del Obispo Davila y Cárdenas de 1735, al dar una relación de los pagos habitados de La Villa de Teguise, cita entre otros a Famara.
Viera también la recoge entre los lugares y aldeas de la jurisdicción de Teguise de 1774.
En 1783
Aparece La Caleta como la playa de la que se extrae gran cantidad de pescado, así se refleja en acuerdo del Cabildo General, donde además se fijan los precios del pescado:
«Pescado fresco la libra a siete cuartos corrientes en la capital y en las playas a cinco», » La palometa y jurela a cinco cuartos y en la playa a cuatro».
En 1841
El caballero regidor D. Agustín Rojas denuncia los desordenes que se están cometiendo por varios vecinos de esta jurisdicción, y de fuera de ella, en el punto que llaman de La Caleta, a consecuencia de concurrir a él con el objeto de percibir las cebas que arroja al mar y hacerla piedra, entrándose algunos hombres a coger estas cebas armados de cuchillos o puñales y desnudos.
En 1841
Madoz al hablar de Famara lo señala como un cortijo cuya producción apenas puede satisfacer las necesidades de la familia que lo habita, y que riegan varios árboles con algunos sudadores (pequeños manantiales) existentes en la zona. El hecho de que el caballero regidor citara La Caleta como «un punto» y no como aldea o pago, significa que hasta esa fecha no existía ninguna construcción. Aunque en 1850 y en la relación de aldeas y lugares del distrito municipal de Teguise, si aparece La Poceta con 10 habitantes, Famara con 6 y La Caleta con ninguno.
Unos 15 años después, Gregorio Tavío, natural de Soo, construye con piedra y barro un almacén en La Caleta de Famara, donde venía a pescar desde hacía muchos años; era la primera construcción del lugar, al lado de los pequeños corrales de piedra seca. En ese almacén viviría años después Feliciano Tavío.
En 1888
A la Caleta llegan Francisco Morales León y Antonio Batista; el primero construye su almacén en el lugar que luego ocuparían Simón Morales, Luciano Betancort y Francisco Morales; y el segundo hace su almacén donde después viviera Juan Tavío.
Poco a poco llegan a La Caleta algunas familias de La Graciosa, y en 1910 ya hay 25 vecinos. Se construye la ermita del Sagrado Corazón de María. En La Caleta nace el gran maestro constructor de timples, Simón Morales.
El maestro albañil Juan Martín Armas , construye para D. Luis Ramírez el extraño edificio de La Caleta Famara, hoy propiedad de la Iglesia.
En 1937
La Caleta vivió un suceso que estuvo a punto de convertirse en tragedia: lo sufrió el pescador Nicolás Bernal Sosa al caer al mar durante un gran temporal, pero ganó la orilla de Famara después de luchar con las grandes olas.
La Caleta tuvo barcos que le dieron fama en toda la isla, como los nombradísimos San Francisco, San Juan y El Consuelo.
Y así, los primitivos barracones se convirtieron, allá por los años ’30, en acogedoras casas blancas con las puertas y ventanas de un azul tan intenso como el mar.
Ésta es la historia de Famara, un núcleo vacacional que partió de un pequeño asentamiento de pescadores que han ido delegando este privilegioso lugar en varias generaciones.
(fuente: Ayuntamiento de Teguise- Lanzarote)
Pesca y tradición
El sector pesquero ha tenido siempre una importancia capital en Lanzarote. Es una isla marcada por la tradición pesquera, sustentada en sus excepcionales recursos y su proximidad al banco canario-sahariano.
En lo que se refiere a la explotación de recursos en sus aguas interiores, la isla cuenta con una flota artesanal que se dedica principalmente a la captura de la sama, la corvina, el cherne y el chopo. A esta, hay que añadirle la flota de bajura, con barcos adaptados a la captura de especies locales como la vieja, el jurel y la salema típicas de los núcleos poblacionales de Famara, La Santa, El Golfo, Playa Quemada y Caleta Caballo, todas ellas de larga tradición pesquera.
Es frecuente aun ver barquillos cerca de la orilla «pescando a La vieja» y algún que otro sombrero armado con una caña en lo alto de un risco, intentando elevar algún que otro «Sargo». Por otro lado y pese a las severas restricciones, es frecuente ver también en las costas conejeras a algún que otro mariscador con el cestillo medio lleno de Lapas y burgaos. La actividad pesquera de altura por otra parte, se centra en los sardinales y destaca también entre sus actividades la pesca del atún y de la caballa.
La flota de sardinales tuvo una gran importancia en la isla hace ya varias décadas concretamente en Arrecife, donde desde puerto Naos se contaba con la mayor Flota de Canarias. No en vano, llegó a proporcionar casi mil puestos de trabajo en tierra, con cuatro fábricas de conserva y tres de harina de pescado.
Las especies demersales son vendidas principalmente en Canarias, los túnidos tanto en la Península como en Canarias y la sardina se vende a la industria local, un 95% se utiliza para la fabricación de harina y aceite y el resto para la venta en fresco y la elaboración de conservas.
La pesca de costa o bajura sin embargo nutre al mercado local, restaurantes y comercios.